Nos llega el aullido del salvaje. Allá en los árboles, en las copas verdes que son de día el mar que estremece nuestro espíritu. Tú levantas la vista. Adquieres la conciencia de las cosas, la certeza de saber que más allá de la bruma de la noche habita el ser que nos acecha. Yo tiemblo bajo el olmo adormecido, trago el vino que me calma y dejo que seas tú quien lo descubra, tú y tus manos como flores, como aves pardas que se agitan, que acarician esta vastedad que es el mar de ramas sobre nuestras cabezas. Pero no encuentras nada. Allá en la noche, se vuelve estéril la búsqueda, y el grito del salvaje reverbera en nuestros pechos con el calor de una caricia.

4 comentarios:

P. dijo...

Delicioso.

Anónimo dijo...

Simplemente me encanta cómo escribes.
¡Un beso! :)

Unknown dijo...

Maravilla.
Abrazos.

Sarco Lange dijo...

Detrás de los bosque, allí, aun más allá de todo, hay un hombre que le cuelgan algas de las pestañas.