Habitan las voces en este cuarto nuestro. A veces, cuando el viento
lame los cristales con su lengua oscura, puedo escucharlas junto a la
cama, junto al colchón caliente que recoge tu cuerpo estremecido. Tú las
oyes también, te atrapan, quiebran tu pecho y se acomodan allá donde
nadie ha llegado nunca. Pero no dices nada. Ni una palabra que rompa el
lamento que parece brotar de las paredes.
A veces
lloras. Llueve en el cuarto, en tus mejillas rosadas, y yo miro y
balanceo este cuerpo, esta carne blanca que tocas con tus dedos. Te digo
basta ya, acaricio la curva de tu espalda, el sexo abierto que se
contrae entre mis manos, y tú me miras y me hablas, me dices hazme daño,
hazme daño hasta que sangre. Hasta que tiemble el colchón bajo el peso
de las vísceras y huyan, espantadas, todas estas voces que oscurecen
nuestros sueños.
7 comentarios:
el peso de las entrañas es un pensamiento que hipnotizó por un tiempo mis poemas. ahora lo leo aquí, ahora te leo aquí, en este colchón blanco infinito de píxeles.
un abrazo.
Me ha encantado... tienes una manera muy tuya de escribir y eso es muy importante. Un besazo! :)
qué belleza, en serio
Y por mucho que grites el lugar permanece vacío, como si tu espalda estuviera invertida y el cuerpo permaneciera unido por finos hilos de indiferencia...Déjate al abandono de los sueños.
bsos
Escribes de una manera hermosa y perturbadora, siempre estoy deseando leer más...!
Me he hecho una yonqui de tus textos. Máááááás!
Es precioso. Tienes un talento increíble para escribir :3 "Hazme daño, hazme daño hasta que sangre" Supongo que el dolor es una de las mejores manera de olvidar...
Besos llenos de invierno,
K.
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