Es Francesca la niña, juveniles las piernas, dorada la piel de sus miembros menudos. Es la risa, la voz de otro mundo, la fruta que carga entre los brazos. El anhelo en la garganta, la sed, este dolor seco que sacude mis costillas y deja el cuerpo exhausto, allá en el mercado, allá en las calles cuando la veo. Tantas cosas, Francesca, tantas cosas sin saber, esa niña, la niña de occidente, la muchacha descalza que corre como el animalillo, que engulle y traga, bebiendo con esa boca suya, esa boca roja como la cereza o el vino.
-Algún día te tendré entre mis brazos - me digo, una y otra vez, doliente el gesto, herida la carne, temblón el párpado que busca, que ansia, que encuentra siempre a la chiquilla donde menos se lo espera.
Francesca lo sabe. La mujer japonesa, la criatura que la extraña. Me mira, sonríe, señala mis zapatos. Qué hermosa es usted, dice con esa boquita suya, con los ojos grandes muy abiertos. Y yo que me sonrojo, rosa la piel pálida y tirante, rosa como las flores de la primavera, y trato de huir, de huir lejos del influjo de esta niña mía a la que siento tan dentro aún siendo inabarcable.

(...)

5 comentarios:

Almudena Vega dijo...

me ha hecho pensar en esto

http://www.youtube.com/watch?v=MswHKA4dako

bella, gracias, también

fran dijo...

Lo has dicho todo...me he quedado con ganas de más.

bsos

Anónimo dijo...

Yo quiero conocer a Francesca, ojalá nos cuentes más sobre ella.
Un beso
(y caramelos de menta)

Almudena Vega dijo...

te lo he dedicado

http://ladisonanciadelospajaros.blogspot.co.uk/2012/05/el-planeta-arbol.html

Jêv. dijo...

con semejante descripción, difícil encuentro no quedarme con la intriga de qué pasa después con Francesca...