Crecían fuertes como árboles, allá en los bosques, las niñas de mejillas rosadas. Atrapaban al incauto entre sus brazos pequeños y comían, comían su cuerpo ajado por el tiempo y por la vida, comían la entraña con sus dientes de luna hasta no dejar nada. Bebían luego en los ríos, se bañaban, y hasta mí llegaba el sonido de su canto, las voces hermanadas que reían y jugaban.

Yo temía a las muchachas. No así a los niños, a los pequeños de la plaza. Salían de los bosques con sus cabellos largos, brillantes como luces en la noche, y nunca reían. No allí entre nosotros, no allí las muchachas. Quizás por eso las temía cuando me miraban. Quizás por eso, pensaba.

(...)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta. Qué mágico, mítico :)

¡Un beso!

Javier dijo...

Da un poco de miedo.

endora dijo...

Me gusto mucho,
un saludo desde mi oscuridad.