Alguien tala el cuerpo árbol de la muchacha. En el río, juegan las criaturas, salvajes como fieras, rientes como lunas del estío. Saben de la muchacha y de su herida. Saben de la muerte y sin embargo nada dicen. Se pasan el pan unos a otros, clavan bien el diente y me sonríen, tienden sus manitas sonrosadas para que los coja entre mis brazos. Y allá en el bosque gime la muchacha.

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