Lo bello me persigue y me carcome. Me recome la encía, la entraña caliente, el dientecito que deja su huella en tu carne pálida. Tu carne aletargada sobre el colchón de plumas, sobre las flores del verano, sobre la piel de los fantasmas que habitan con nosotros. La piel de los otros, de la otra, de la mujer que amó y murió sin saberlo, de la mujer que te amó con la locura propia de los niños y de los animales, la locura que aún hoy devasta tu mirada.

-Un día me dijo que era hermosa y valiente - tu voz se alza sobre la bruma, sobre el tedio de la tarde que se apaga.
Ha llovido. La calle huele a fruta madura, a cuerpos, a llanto. Ladra el perro, el niño, la mujer que echa las cartas cuando aprieta la tristeza. Ladran todos ellos mientras tú fumas y cantas, mientras tú me hablas, otra vez, de aquella mujer a la que amaste un día, que te amó para siempre, que se fue y te dejó herida y sola.
-Eres hermosa y valiente - te digo yo.
Y es cierto, y tú lo sabes. Eres hermosa como la bruma de esta ciudad, de este río que lo cubre todo, que nos llena y expande con su luz de las profundidades. Eres hermosa porque eres sabia y antigua, porque sabes y sientes más que ninguno de nosotros. Porque eres vieja y joven y niña, y todo brilla en tus ojos grandes, en las sílabas de tu nombre.

2 comentarios:

Estíbaliz Durkheim dijo...

Una vez leí que a veces, cierto tipo de personas nacen para el arte y la belleza y éstos le persiguen, aunque no quiera.

Genial relato. Espero la continuación ;)

Un saludo.

Almudena Vega dijo...

es muy bello. acentúa lo bello mi resaca de domingo miserable, esto es bien y bonito. gracias a tú.