Fui una niña de huesos de cristal. Trepaba a los árboles y dormía
entre sus ramas, entre el calor de las hojas del otoño. Bebía de la
lluvia del verano, con esta lengua, con esta lengua mía roja y caliente,
bebía hasta saciarme, hasta llenarme el estómago del óxido del agua. Y
no había míedo, no había miedo en el cuerpo, pues la altura me acunaba
entre sus brazos, cuidaba de mí, de esta muchacha frágil a punto de
quebrarse.
Mamá lloraba. Decía, te caerás y vendrá el
daño. Vendrá la muerte, vendrá y te llevará como al hermanito. Baja,
baja de ahí, niña mala. Y la niña decía no, no, la niña no bajaba, y
mamá secaba su lágrima y guardaba el miedo, lo guardaba debajo del
colchón y en la mermelada, y luego yo me lo comía cuando mis pies
volvían a la tierra sucia y árida.
¿Qué fue de las
voces de los muertos? ¿Qué fue del hermanito? A veces lo oigo, ahí en
las alturas, ahí en las ramas del almendro florido. Y entonces vuelve el
miedo, vuelve y me abraza, y me digo que ya pasará, porque siempre
pasa, porque al final siempre duermo sola. Pero mientras, cuánto
escuece. Cuánto asusta. Cuánto tiemblo.
(apunte descartado de La palidez de los domingos)
6 comentarios:
me gustan las figuras de animalitos de vidrio, las que mi abuela tenia en su vitrina. yo jugaba y me llamaba díscola. gracias por tu email, me hizo mucha ilusión. besos.
"Y entonces vuelve el miedo, vuelve y me abraza, y me digo que ya pasará, porque siempre pasa, porque al final siempre duermo sola. " en estos días tengo miedo y no sé porqué -o quizá si-. ¿Cómo hacer para dejar de tener miedo?
Pero es entonces, en ese momento, cuando la vida está más cerca.
Duro y frágil, como los huesos de cristal. Me encantó.
Que nos abrace otra cosa que no sea el miedo, que no dejemos de temblar. Es dulce. Besos belle.
Precioso, Dara.
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